“Me gustaría transmitir lo que fue África. Nunca experimenté nada así. África tiene su propia personalidad. A veces es una personalidad triste, a veces impenetrable, pero siempre irrepetible. África era dinámica, era agresiva, estaba al acecho”, decía Ryszard Kapuscinski. Al leer las palabras del periodista, el África que pensamos es aquella que se extiende más allá del Sahel, o quizás incluyéndolo. Sin embargo, ese África septentrional, el Mediterráneo africano, parece más próximo, menos impenetrable. No obstante, cuando escuchamos Mal d’Africca, la maravillosa canción de Franco Battiato, ese mal nos evoca las costas del norte de África. Ese mal se vuelve reconocible. Menos africano, pero igual de adictivo.

5 días nos bastaron para colocarnos. 5 días para ponernos hasta arriba. Para que el mal nos calase en los huesos y para que todavía nos haga soñar. A 183 millas náuticas al sur de Alicante existe una ciudad que, para muchos alicantinos y bastantes españoles, fue refugio y hogar durante décadas. Una línea regular de ferrys une Orán y Alicante varias veces a la semana, llenando cada trayecto con argelinos que compran todo lo que venden los alicantinos.

Hace algo menos de un mes  embarcamos en uno de esos ferrys cargados de compradores, con el propósito de documentar con fotografías y vídeo la experiencia de muchos españoles que, con este viaje, homenajeaban a sus ancestros. Durante el poco tiempo del que disponíamos para hacer otra cosa que no fuera trabajar, aprovechábamos para ver la ciudad (ciudades, pues visitamos también Mostaganem y Relizan) y los campos del norte de Argelia, además de su prodigiosa costa.

Lo que en estas fotos mostramos es sólo un atisbo de aquella experiencia. Unas cuantas fotografías realizadas en los momentos entre acto y acto. Entre policía y militar. Entre rueda de prensa e inauguración. Al fin, éste fue un viaje rodeado de fuertes medidas de seguridad, pero también de una hospitalidad ejemplar.

5 días que han supuesto una experiencia vital intensa, cargada de emociones que ahora, ya en Madrid, evocamos con música Raï, de un color Mediterráneo intenso, con el mal azotando nuestros recuerdos.

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