El 24 de mayo de 2014 fue un día especial para la ciudad de Madrid. Como dictaba un cartel de una conocida marca de cerveza, “Lo que pasa en Lisboa, se queda en Madrid”. La frase venía a propósito de la final de la Liga de Campeones de Europa entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid, que se disputaba en Lisboa. La ciudad vivía un aire irreal.De contención. Nervios. Ilusión.

A veces, el mundo parece una representación a gran escala de nuestra vida: una final, una boda. En aquellos minutos previos al partido que acabó encumbrando al Real Madrid, la contención, los nervios y la ilusión de toda una ciudad se intuían a través de Marta y de Dimas. Por supuesto, los casi 6 millones de habitantes que componen la aglomeración metropolitana de la capital iban a lo suyo, pero sus emociones corrían paralelas a las de los cuatro centenares de personas que llegaron al Colegio de Nuestra Señora del Pilar.

Bajo una pantalla gigante, en un césped mejor cuidado que el del terreno de juego del estadio Da Luz, anochecía un Madrid silencioso. La fiesta, sencilla, elegante y concurrida, anochecía con él. Y después, un estallido de júbilo interurbano. Después de 120 minutos. Después de una cena deliciosa. Después del vino, de la copa, de los goles, del ramo y de los besos. Después, mucha más alegría de la que podían albergar los 6 millones de habitantes restantes. Era vuestro día. Era nuestro día.

Gracias, Marta y Dimas.